lunes, 12 de enero de 2009

cuatro


(…) aquí mis pasos urden su incalculable laberinto.

No nos une el amor sino el espanto.

Buenos Aires, J.L.Borges.


Me tomé un cafecito a la velocidad del futuro para seguir caminando por lo plano y gris de esta ciudad tan llena de color [el color se ve cuando logramos ignorar lo gris que tanto apena]. Así voy feliz caminando, ya no hay árboles pero tampoco vagos, no veo pobres ni tampoco dinero, soy un dichoso ignorante, construyo murallas que me aseguran vida plena. De pronto mis paredes comenzaron a excretar un olor a pichi y mierda porteña, mi querido muro está todo trizado como la luna, y mi cuello comienza a sangrar. Ni don Miguel ni dientecitos de oro pudieron prever el fin de mi reinado, el día cayó sobre mí llenando los intersticios que aun no estaban cubiertos de mocos fósiles. Ahora la ciudad soy yo.


1 comentario:

fabiancocq dijo...

si lo leí, pero como hace 7 años ufff y me acuerdo de esa parte, mas ahora.

como que poco a poco la ciudad me va comiendo... y entonces hago algo inesperado, me siento y me quedo dormido, pasa una hora, me despierto y me robaron un par de cosas, pero no importa, al menos no me robaron mi ilusion de una ciudad bella.